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Apuntes sobre la guerra política del gobierno de AMLO con las universidades públicas de México

Rodolfo García Galván*

Para contextualizar el contenido de las siguientes líneas, es preciso aclarar que las universidades públicas son una de las modalidades de los órganos autónomos del Estado mexicano, entre los que se encuentran el Poder Judicial de la Federación, el Instituto Nacional Electoral (INE), la Comisión Federal de Competencia Económica, el Banco de México y el Instituto Nacional de Acceso y Transparencia de la Información (INAI), entre otros.

Los motivos que llevaron al conflicto

  1. Involucramiento directo de varias universidades públicas en el megaescándalo de corrupción sistemática denominado como la “Estafa Maestra”, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto;
  2. Silencio (indolente) de las dirigencias universitarias ante las devastadoras políticas económicas y sociales neoliberales. De hecho, se participó directamente desde las universidades en el diseño, implementación y evaluación de políticas (públicas). Por ejemplo, en el ámbito de la política de la ciencia, la tecnología y la innovación, las dirigencias universitarias guardaron un inquietante silencio ante el desvío masivo de recursos públicos para financiar proyectos tecnológicos de varias empresas multinacionales, incluso en desmedro del financiamiento a proyectos de investigación en ciencia básica y aplicada a los problemas nacionales. En relación a esto (ver https://www.cronica.com.mx/nacional/devolvieron-fideicomisos-ciencia-federacion.html), en 2022 el entonces Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología devolvió a la Tesorería de la federación más de 20 mil millones de pesos por concepto de la eliminación de varios fideicomisos que poco tenían que ver con la investigación científica, al tiempo que se informaba que en el periodo 2001-2018 se habían transferido más de 45 mil millones de pesos al sector privado (para financiar desarrollos tecnológicos de empresas como Monsanto, Continental, Volkswagen, Bayer, BMW, Honeywell, entre otras);
  3. Malestar del gobierno federal ante la insuficiente atención de las universidades públicas a las áreas de formación e investigación de las ciencias médicas (ver https://www.jornada.com.mx/2023/03/15/politica/013n1pol). La excusa de la falta de presupuesto no es una justificación convincente, porque por ejemplo Cuba cuenta con una importante reserva de médicos, e investigación médica de primer nivel con un presupuesto muy limitado;
  4. Participación directa de las autoridades universitarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la polémica batalla por la presidencia de la muy desacreditada Suprema Corte de Justicia de la Nación. Particularmente, el escándalo desatado por el probable plagio de la tesis de licenciatura de la ministra Yasmín Esquivel Mossa. De hecho, las indagaciones sobre el plagio, las filtraciones ante la prensa, y el amago de retito del título profesional salió de la UNAM. Sin embargo, los pasos de la Rectoría no fueron más allá del escándalo mediático y ha reusado sistemáticamente a denunciar legalmente a la ministra señalada, pero ello ha tenido fuertes repercusiones en el prestigio ético de la institución.
  5. Errores políticos recurrentes de las autoridades universitarias, como consecuencia de un mal asesoramiento, falta de feeling político y diplomático, y lecturas erróneas de los contextos social, económico y político de nuestro tiempo.

¿Cuáles son las consecuencias de la confrontación?

Razones teóricas de la necesaria proximidad gobierno-universidad

  1. En lugar de concebir el comportamiento político en un sentido negativo, Dussel (2019) sostiene que las acciones políticas, y la política en general tiene que verse en el sentido positivo-constructivo. Se requiere potencializar y enriquecer la vida en comunidad, y para ello la comunicación y la colaboración dialogando son indispensables;
  2. Para mejorar y ampliar la provisión de bienes públicos es necesario cooperar. Hay que visualizar a la acción simultánea para lograr un fin común, y también asimilar al mecanismo de la colaboración como una institución económico-social para el desarrollo (García-Galván, 2018). En este caso, el gobierno y las universidades tienen como responsabilidad directa la solución de problemas sociales o de la comunidad;
  3. Las organizaciones del conocimiento, como las universidades, podrían revertir su pérdida de hegemonía y legitimidad, siempre y cuando desde la producción del conocimiento, su movilización hacia los usuarios reales y potenciales, y la formación se ponga más atención a la resolución de problemas seleccionados y focalizados en las distintas regiones de los países (Arocena y Sutz, 2000, 2021; Arza, 2010; Naidorf, 2014; Ordorika, 2023);
  4. Más que adoptar actitudes reactivas y dogmáticas (incluida la autonomía como torre de marfil), las universidades tendrían que asumir un papel protagónico en las propuestas de reformas progresistas, dado que siguen siendo los principales centros de formación y producción de conocimiento. Por ejemplo, Ordorika (2023) es enfático cuando señala que las universidades públicas del país tienen que asumir el liderazgo que les corresponde, y participar en los debates sobre los problemas que le preocupan a la sociedad (violencia general, violación de derechos humanos, migración, escasez de agua) y que forman parte de la agenda nacional. El problema, dice Ordorika, es que pasamos por una pandemia devastadora y el grueso de nuestras universidades no dijeron nada, salimos de la pandemia y seguimos sin decir nada; asimismo, hubo un intento de reforma electoral, y hay un debate entre el poder Ejecutivo y el Judicial, del cual las universidades se mantienen al margen y miran a otro lado;
  5. El diálogo con el gobierno es indispensable para situar en su justa dimensión la agenda del polinomio estratégico de educación superior, ciencia, tecnología e innovación, dado que este tipo de actividades, por sus escurrimientos, externalidades positivas e impactos, precisan de un financiamiento público cuantioso;
  6. Aún suponiendo una relación colaborativa simple, entre el gobierno y la universidad, ésta procede porque pueden complementarse. De este modo, mientras la universidad puede contribuir con recursos científico-tecnológicos, conocimientos (diagnósticos, métodos, técnicas y propuestas), capacidades, destrezas y valores intelectuales; los entes gubernamentales pueden operacionalizar esos recursos-capacidades. De tal modo que unos proponen y otros ejecutan, en una colaboración complementaria.

¿Cómo poner fin al conflicto?

Referencias:

Arocena, R. & Sutz, J. (2000). La universidad latinoamericana del futuro. Tendencias-escenarios-alternativas. México: UDUAL.

Arocena, R. & Sutz, Judith (2021). El ideal latinoamericano de universidad y la realidad del siglo XXI. México: UDUAL.

Arza, V. (2010). Channels, benefits and risks of public–private interactions for knowledge transfer: conceptual framework inspired by Latin America. Science and public policy, 37(7), 473-484.

Dussel, E. (2019). 20 tesis de política. México: CREFAL, Siglo XXI editores.

García-Galván, R. (2018). El papel de las instituciones y de la colaboración universidad-empresa en el desarrollo: evidencias de la UAEMÉX y la UABC. Paradigma económico, 10(1), 81-118.

Naidorf, J. (2014). Knowledge utility: From social relevance to knowledge mobilization. Education policy analysis archives, 22 (89), 1-31. Ordorika, I. (2023, 19 de mayo). Universidad, política y autonomía [Conferencia magistral]. Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruza


*Doctor en ciencias económicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Investigador por México (Conacyt) adscrito al Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo de la Universidad Autónoma de Baja California, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

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