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Aprender preguntando

Germán Iván Martínez Gómez

Como parte de mis funciones, cada semestre soy responsable de algún curso de licenciatura en los programas educativos que se ofertan en la institución donde laboro. En fecha reciente analicé, junto con mis estudiantes, un librito muy interesante y ameno: La pregunta como intervención cognitiva. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?, de la autoría de Everardo García Cancino, publicado en 2013 por la editorial Limusa. El texto, de apenas 48 páginas, destaca que el preguntar se debe dar como un proceso espontáneo; no obstante, señala el autor, en la escuela “cesan las preguntas para aprender las respuestas”.

verardo García parte de la convicción de que la pregunta es un instrumento fundamental para dirigir el pensamiento. Y es que, en el vasto universo del aprendizaje y la enseñanza, pocas herramientas poseen la capacidad transformadora de la pregunta. Lejos de ser un simple recurso comunicativo, la pregunta se erige como una intervención cognitiva por excelencia, un acto que implica un profundo proceso de pensamiento y que constituye la esencia misma del aprendizaje.

La pregunta, como acto cognitivo, desencadena procesos mentales que van más allá de la curiosidad. Al formularlas en el aula y la escuela, se movilizan habilidades diversas, entre ellas la atención, observación y percepción, pero también se exige una organización estructurada del pensamiento. Es a través de este proceso que las preguntas se convierten en herramientas para la reflexión, el estudio y la investigación, otorgando sentido a nuestras preocupaciones y direccionando el aprendizaje.

Pero el arte de preguntar se aprende. Formular una buena pregunta no es tarea sencilla; requiere destreza, creatividad y un entendimiento profundo del contexto. Las preguntas bien diseñadas clarifican dudas, pero también nos enseñan a dudar. La duda, dirá Óscar de la Borbolla, es uno de los solventes más corrosivos. La duda obliga a detenernos, a vacilar… Por ello, como precisa también Victoria Camps, la actitud dubitativa “implica distanciarse de lo dado y poner en cuestión los tópicos y prejuicios, cuestionarse lo que se ofrece como incuestionable”.

Mediante la pregunta aprendemos a dudar; sin embargo, como nos recuerda la misma Camps, aunque la duda es una actitud plenamente humana, no es la actitud más habitual. Es intermitente, ocasional, episódica, infrecuente… Pero recurrir a ella, en la escuela, no debe ser algo fortuito, porque ella nos invita a pensar. La duda es aliciente, ímpetu, impulso, hálito, aunque no hábito. Por ello no debe ser en el proceso educativo algo accidental. Es menester aprender a preguntar. Las preguntas desafían, inspiran y provocan nuevas maneras de pensar. En este sentido, preguntar se convierte en un arte que combina intuición y razón; y constituye un acto creativo que refleja la capacidad de imaginar lo que no se sabe, para buscar respuestas a las dudas que tenemos y los problemas que enfrentamos.

Como profesor, estoy convencido de que el poder de la pregunta radica en su capacidad para detonar procesos de aprendizaje. Una buena pregunta despierta la curiosidad, invita a la exploración y promueve la investigación. Desde esta perspectiva, los educadores debemos entender que las preguntas no son únicamente herramientas pedagógicas, sino catalizadores de experiencias de aprendizaje que motivan a los estudiantes a cavilar sobre su propio proceso cognitivo y a construir conocimientos de manera activa. Además, al clarificar las preocupaciones de los alumnos, las preguntas facilitan la enseñanza, ya que orientan al docente hacia los puntos clave de interés o necesidad de cada uno de ellos.

Everardo García refiere, además, algunos programas de intervención cognitiva que recurren a la pregunta:

a) Programa de Enriquecimiento Instrumental (PEI) de R. Feuerstein.

b) Programa de Filosofía para Niños, de Matthew Lipman.

c) Programa de Dimensiones de Aprendizaje, de Robert Marzano.

d) Programa de Diálogo Socrático, de R. Paul.

e) Proyecto de Inteligencia Harvard, en el que participa H. Gardner.

f) Programa de Lectura Crítica, de M. Kabelen.

También presenta un marco de trabajo con base en preguntas: el esquema de los circunstanciales:

Es importante destacar también, como puntualiza García Cancino, que no todas las preguntas son iguales ni cumplen la misma función. Podemos distinguir, por ejemplo, entre preguntas literales, que buscan respuestas específicas y concretas; preguntas exploratorias, que invitan a investigar más allá de lo evidente, recuperando las implicaciones que los cuestionamientos tienen en nuestros estudiantes; preguntas de procesos, que analizan las etapas o fases de un fenómeno; y preguntas metacognitivas, que estimulan la reflexión sobre el propio proceso de pensamiento y aprendizaje.

Por su parte, Rebeca Anijovich y Silvia Mora, en su libro Estrategias de enseñanza. Otra mirada al quehacer en el aula, destacan que las preguntas se distinguen por el nivel de pensamiento (sencillas, de comprensión, de orden cognitivo superior y metacognitivas) y se clasifican según el grado de libertad y variedad de respuestas que permiten.

Actualmente son muchos los autores que buscan cultivar en el aula el espíritu del diálogo y que muestran la riqueza y el potencial de las preguntas como herramientas didácticas. Paulo Freire, por ejemplo, se pronunció en su momento por impulsar una pedagogía de la pregunta; esto es, por revalorar el acto de preguntar como eje central del proceso educativo. Bajo su óptica, el docente no sólo debe responder a las preguntas de los estudiantes, sino que ha de desafiarlos con interrogantes que promuevan la reflexión profunda y la investigación autónoma. Este tipo de pedagogía fomenta la formación de estudiantes curiosos, inquisitivos, autónomos e independientes, capaces de autorregularse y de enfrentar los desafíos cognitivos con pensamiento crítico.

Como podemos advertir, el acto de formular preguntas enriquece, por una parte, el propio conocimiento; pero por otra, fortalece el repertorio de habilidades cognitivas y metacognitivas. Al aprender a preguntar, los estudiantes desarrollan competencias como la observación, la anticipación, la escucha activa, el análisis, la síntesis, la justificación y la evaluación. Cada pregunta bien planteada es un ejercicio que exige clarificar ideas, categorizar información, argumentar puntos de vista y prever posibles respuestas, habilidades esenciales para el pensamiento crítico y la resolución de problemas.

Así, en una época donde el acceso a la información es casi ilimitado, la capacidad de formular preguntas relevantes y significativas se convierte en una habilidad indispensable para enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo. Por ello, cultivar una pedagogía de la pregunta es un imperativo educativo, una apuesta por formar ciudadanos curiosos, críticos y comprometidos no sólo con el aprendizaje continuo sino con la resolución de los distintos problemas que aquejan a las comunidades en las que nos hallamos inmersos.

Fuentes:

Anijovich, R. y Mora, S. (2014), Estrategias de enseñanza. Otra mirada al quehacer en el aula. Buenos Aires: Aique Grupo Editor.

Camps, V. (2016), Elogio de la duda. Barcelona: Arpa Editores.

De la Bobolla, O. (2018), El arte de dudar. México: Grijalbo.

García, E. (2013), La pregunta como intervención cognitiva. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?. México: Limusa.

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