Ícono del sitio Revista Aula

Universidad, pensamiento crítico y desigualdad

El informe intitulado “¿Enseña la educación superior a pensar críticamente a los estudiantes?”, publicado recientemente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, incluye un capítulo sobre México cuyos autores son Patricia Rosas, Carlos I. Moreno y Rubén Sánchez de la Universidad de Guadalajara (UG) 
 
El texto es interesante pues presenta los resultados de haber aplicado la Evaluación Colegiada de Aprendizaje (The Collegiate Learning Assessment, CLA+) a 8,577 estudiantes en distintos campi de la UG durante tres semestres seguidos. Esta prueba fue diseñada por el Consejo de Ayuda para la Educación estadounidense y, de acuerdo con Zahner, Dawber y Rothholz, mide algunas habilidades “genéricas” de los estudiantes tales como pensamiento crítico, resolución de problemas y comunicación escrita.  
 
Generalmente, a la universidad se le atribuye una capacidad de liberar la mente de prejuicios y tradiciones para formar seres humanos capaces de innovar, pero ¿es verdad esto? ¿Todas las instituciones de educación superior cumplen invariablemente esa función? Claramente no, pero hasta el momento no sabemos qué institución aparte de dotar a las personas con habilidades específicas, puede formarlas más integralmente. Es curioso que una institución como la universidad, abocada al desarrollo científico y a la innovación, no haya creado un referente más elaborado de su desempeño. Refugiarse en el “prestigio heredado” o vanagloriarse del lugar que ocupa una universidad en un ranking es, por decir lo menos, limitado. 
 
Por eso el texto de Rosas, Moreno y Sánchez es valioso. Contribuye a emprender mejores discusiones sobre calidad, evaluación de aprendizajes, formación y, sobre todo, motiva a poner mayor atención en la relación que existe entre el proceso pedagógico y la equidad. Pese a las limitaciones del estudio como la falta de representatividad, mayores detalles metodológicos y validación de la prueba, observamos una nueva manera de presentar los resultados de evaluación (densidad de probabilidad) en lugar de una “simple comparación de promedios”.  
 
Además, los colegas de la UG constatan lo que otros han observado: el desempeño académico de los estudiantes que asisten a campus urbanos es mejor que el de aquellos que cursan sus estudios en el medio rural. Una evidencia más para revisar la intención política de abrir campi en zonas apartadas. Los factores que explican esta desigualdad van desde lo socioeconómico (bajos niveles de escolaridad de la familia), académicos (falta de capacidad docente), de infraestructura (bibliotecas y centros de cómputo precarios) hasta un factor mucho más complejo: a medida que hay una mayor demanda que oferta de lugares en centros de estudio urbanos, hay mayor selectividad, lo que afecta a jóvenes más desfavorecidos. Claro que esto podría combatirse mediante esquemas integrales de compensación institucional, pedagógica y económica, pero para ello se requiere imaginación, liderazgo y una aplicación de recursos justa.  
 
Otro resultado interesante del capítulo de los colegas de la UG es que hay variaciones en el desempeño de los estudiantes por programa educativo. Si ofrezco Ciencias en las grandes urbes y Agricultura en zonas apartadas, ¿divido deliberadamente a la población escolar de una misma universidad? Es muy probable. Abramos el 2023 discutiéndolo. 
 
Poscríptum: Algunos de los puntos aquí vertidos no hubieran sido expresados de igual manera si no hubiera comentado el informe de la OCDE con Felipe Martínez Rizo, ex rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Gracias al especialista en temas de evaluación educativa. 

Investigador de la UAQ

Facebook Comentarios
Salir de la versión móvil