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Reprobación y mejora

Eduardo Gurría B.

Las políticas educacionales gubernamentales, han derivado, en consecuencia, en polémicas sociales de una trascendencia difícil de soslayar. Muchos son los aspectos a considerar sobre las reformas que se han venido imponiendo a lo largo de la presente administración, entre las que destacan, debido a las importantes consecuencias derivadas, la desaparición de las escuelas de tiempo completo, la difusión ideológica contenida en los libros de texto gratuitos, la currícula escolar modificada sin que para ello exista un sustento científico, académico, didáctico o pedagógico acordes con las necesidades y circunstancias del país y de los ciudadanos, la falta de una definición y preparación realmente profesionales éticas y de compromiso,  de quienes han estado al frente de la SEP a lo largo de los últimos cuatro años, la falta de recursos para la infraestructura y el equipamiento de las escuelas públicas, la nula propuesta de estrategias formativas adecuadas a nuestra realidad y la realidad que nos circunda en el contexto internacional y otros muchos etcéteras.

Uno de los aspectos que más controversia generan es el tema de la reprobación escolar, un tema que, en sí, no debería provocar ningún tipo de polémica, ya que se trata de un instrumento de evaluación que determina si un estudiante ha desarrollado las capacidades, las habilidades y los conocimientos necesarios para ser promovido al nivel inmediato superior para que, con ello, pueda ser capaz de continuar con su desarrollo y concluir con su formación profesional.

Sin embargo, la reprobación o la promoción directa se han convertido en muchos casos en herramientas de presión o peor, en un aspecto de política educativa que se mueve como veleta a favor de los vientos y conveniencias de grupos que poco o nada tienen que ver con la educación y que, simplemente, caen en el discurso demagógico.

Debemos entender que la palabra reprobar significa o representa el espacio y la oportunidad de volver a probar, es decir, si el estudiante no ha alcanzado el nivel requerido para continuar, será necesario que refuerce los conocimientos y/o habilidades en los que ha presentado deficiencias, las corrija y siga adelante.

La aprobación o reprobación de una materia implica, necesariamente, una retroalimentación y una reflexión para detectar las causas inmediatas y actuar en consecuencia.

Si a partir de los niveles de la educación primaria, el alumno se “acostumbra” a ser aprobado, sea cual fuere su desempeño, ello redundará en la ley del mínimo o nulo esfuerzo que deba realizar en función de su aprendizaje y de su promoción a grados superiores. El problema surgirá cuando se enfrente a los niveles profesionales de licenciatura o postgrado, ya que ahí habrá de demostrar que cuenta con las capacidades requeridas para el desempeño de su profesión en el ámbito laboral y de desarrollo personal.

Sin duda, “tradicionalmente”, la reprobación como medio disciplinario o conductual ha desempeñado un papel coercitivo por parte de los docentes para el control de grupo y como incentivo, para bien o para mal, en el alumno, es decir, la amenaza de la reprobación se convierte en una pesadilla para quien la sufre o en un factor de éxito para quien la supera.

Esto no debe ser así, sino que debe ser el resultado de una evaluación consciente, racional, objetiva y definida sobre el desempeño, tanto general, como particular por parte del alumno, pero también debe implicar el desempeño del docente: si el alumno reprueba, el maestro, de alguna manera, también lo hace, ya que este es un aspecto que refleja de una manera muy clara la funcionalidad del proceso de enseñanza-aprendizaje, y corresponde a los dos actores de este proceso llevar a cabo las acciones y estrategias pertinentes para la solución del problema, es decir, debe existir previamente una evaluación auténtica por parte del docente y un aprendizaje significativo o no por parte del alumno. A esto, entonces, le podemos llamar evaluar en toda la extensión y no solo calificar; así, el referente numérico, la calificación asignada, tendrá una justa dimensión y habrá de reflejar una realidad como resultado de dos aspectos: los indicadores y la currícula acordes con la materia, el grado, el contexto y el nivel de desempeño.

En general, estamos padeciendo una crisis educacional y cultural que cada vez se acentúa más; esto se debe a factores múltiples, diversos y complejos, sin embargo, uno de ellos ha sido el aspecto de la promoción automática que únicamente ha servido para inflar las estadísticas de egresados, tanto de primaria, como del nivel superior y medio superior, pero de ninguna manera como reflejo del aprendizaje, de ahí que nuestros niños y jóvenes han caído en una ignorancia funcional y en una falta de preparación que se ha visto reflejada en las pruebas y estándares internacionales y que hoy por hoy, también es manifiesta en las generaciones de padres de familia jóvenes, es decir, aquellos que de unos años atrás asistieron a la escuela y fueron promovidos (aprobados) de manera automática año con año sin que para ello mediara un conocimiento acorde con las materias o los niveles que, supuestamente, estudiaron, por lo que muchos de estos jóvenes adultos son los principales promotores de la inutilidad del aprendizaje, de tal manera que envían a sus hijos a “pasar” el día a la escuela, seguros de que, al final, la institución y el maestro se verán en problemas si llegan a reprobar a algún niño. 

Así las cosas, cada maestro, al recibir a un nuevo grupo, y al detectar las evidentes deficiencias, culpará al maestro del grado inferior de falta de profesionalismo, indolencia e ignorancia, y esto, en una espiral ascendente.

Es necesario retomar el sentido pleno de la educación y determinar para qué le sirve a una nación tener a sus miembros debidamente formados y preparados para enfrentar los retos que están aquí, ya no a la vuelta de la esquina; para qué le sirve contar con técnicos, profesionistas y especialistas capaces y/o ciudadanos que, sin ser alguno de los anteriores, tengan una preparación, una formación, una cultura y los conocimientos necesarios para entender en dónde estamos parados y hacia dónde debemos dirigir nuestro destino.  

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