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Otro golpe al normalismo mexicano

El pasado 13 de diciembre de 2024, Mario Delgado, titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), anunció durante la ceremonia de entrega de títulos profesionales a egresados y egresadas de la carrera de formación docente de las Universidades del Bienestar, que podrían participar en los procesos de admisión en educación básica del siguiente año. Dicho anunció pudo no tener mayor eco en la prensa nacional, así como también, en el Sistema Educativo Mexicano, porque, como se sabe, con la reforma promovida por el Pacto por México y ejecutada por Enrique Peña Nieto y Aurelio Nuño Mayer, cualquier egresado de alguna Universidad o Institución de Educación Superior hoy día puede participar en los procesos de admisión a este nivel educativo, obviamente cumpliendo algunos requisitos, pero de que pueden ingresar pueden ingresar, aunque no hayan tenido una formación inicial ligada con la pedagogía y la didáctica.

Y bueno, ya que estoy hablando de ciertos personajes, recuerdo que por marzo de 2016, el ex titular de la SEP, Aurelio Nuño, declaraba ante los medios de comunicación que cualquiera con título de licenciatura podía ser maestro o maestra, porque esa era una de las bondades de la aprobación y aplicación de la reforma educativa de 2013; de ahí la importancia de dicha reforma y de los concursos de oposición que de ella se desprendían, porque lo ideal era que las y los estudiantes contaran con las y los mejores maestros.

Como era de esperarse, estas palabras causaron revuelo entre algunos sectores de lo que en ese entonces era conocida como la oposición al régimen, hoy morenistas “destacados y distinguidos”, también entre integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), entre algunos académicos e investigadores y, finalmente, entre algunos sectores del normalismo mexicano y/o de algunas instituciones formadoras de docentes (IFD), entre ellas el Centro de Actualización del Magisterio (CAM) y la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).

La discusión, derivada de esa declaración y de lo que en la ley se aprobó y aplicó, abrió un tremendo debate entre, digamos: universitarios y no universitarios. El ejemplo muy sencillo que empleaba para abordar este tema en ese entonces era el siguiente: si yo estudiara en una escuela normal para formarme como maestro de educación primaria, ¿podría aspirar a ser médico con especialidad en gastroenterología? La respuesta es muy sencilla: claro que podría aspirar a ser médico, pero por obvias razones tendría que prepararme para ello, realizando los estudios correspondientes que me llevarían a tener un conocimiento muy especializado sobre el aparato digestivo; en consecuencia, la aspiración que pudiera haber en mí sería muy válida en ese momento, pero, para cumplirla, tendría que hacer varias cosas como el formarme académicamente para este propósito.

Lo anterior puede entenderse a partir del reconocimiento de que mi campo de conocimiento sobre el tema de la salud sería en extremo limitado, porque, independientemente de pudiera leer y estudiar por algunas semanas algunos libros sobre la disciplina y especialidad para aprobar un examen que me permitiera ejercer en un hospital público y/o privado, la verdad de las cosas es que esa limitación no significaría otra cosa más que la necesidad de contar con todo un proceso formativo que me llevara a atender a pacientes con el conocimiento de la disciplina y especialidad.

En consecuencia, la pregunta que surgiría en estos momentos sería, ¿por qué un médico que no ha sido formado con todo lo que implica o significa la pedagogía y la didáctica sí puede participar para ser docente en educación básica? Cierto, el conocimiento sobre su disciplina sería un hecho evidente e irrefutable que lo acreditaría, pero ¿y la pedagogía y la didáctica que se adquiere y desarrolla a lo largo de todo un proceso formativo en las escuelas normales o IFD a partir del abordaje de distintos cursos o materias de un plan de estudios, así como de las prácticas profesionales que se llevan a cabo en contextos reales de trabajo docente?

Insisto, el debate siguió su curso en esos años y muchos egresados de universidades hoy se encuentran dando clases; otros, definitivamente abandonaron el barco cuando se dieron cuenta que no era tan sencillo ser maestro tal y como Nuño lo señalaba, y menos en secundaria.

Llegó el 2018 y el triunfo del lopezobradorismo trajo nuevos bríos; se dijo hasta el hartazgo que se “revaloraría” al magisterio y el papel del docente después de que fuera denostado por seis largos años; de hecho, como se recordará, en la ley que derivó la puesta en marcha de la pusilánime Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM), se le dio “preferencia” a las y los egresados de las Escuelas Normales, CAM y UPN en los procesos de admisión en educación básica, claro, sin excluir a los egresados de todas las universidades porque, según se dijo: “nosotros no somos iguales; aquí no excluimos a nadie”. Y bueno, el tiempo pasó y los procesos de admisión siguieron (y siguen) siendo un desastre; tan es así que después de tantos años, “alguien” se dio cuenta de que ese organismo tiene que desaparecer para que se construya otro; es decir, que todo tenga que cambiar para que todo siga igual o… ¿peor? En fin, ese es tema de otro artículo.

Decía en el párrafo anterior, que los procesos de ingreso al sistema educativo se fueron dando en el sexenio anterior, pero también, un proyecto que nada más los que están dentro de él entienden, porque, por más que se le busque pies y cabeza no se encuentra, me refiero a las Universidades para el Bienestar Benito Juárez (UBBJ); instituciones que, de acuerdo al expresidente Obrador, fue la respuesta a casi cuatro décadas de neoliberalismo que tachaba y trataba de manera indigna a los jóvenes mexicanos y, por obvias razones, había la necesidad de abrir espacios educativos para ellos y para quienes que no tuvieran la oportunidad de llegar a una educación superior. Desafortunadamente, este proyecto a pesar del enorme financiamiento que se destina ha dejado mucho que desear en estos años; esto, independientemente del pésimo trato de su titular para con la gente que comenta o cuestiona sobre su operatividad, porque, para pocos es desconocido, que en muchas sedes las instalaciones no cuentan con lo necesario para funcionar, el despido de docentes es una constante so pretexto de que no cuentan con una base, la ineficiencia administrativa en varios planteles es evidente, y un largo etcétera más; sin embargo, lo que desde mi perspectiva es grave, es que sus planes de estudio realmente no se entienden. Veamos un poco el de formación docente, que es el caso que me ocupa.

En la página de las UBBJ (https://ubbj.gob.mx/plan_de_estudio), se pueden encontrar diferentes planes de estudio que corresponden a diferentes carreras, por lo que se refiere a la formación docente se encuentra la Licenciatura en formación docente en educación básica: patrimonio histórico y cultural de México con sede en Atlahuilco, Tacámbaro, Valladolid, Francisco I. Madero y Xochimilco. Insisto, hay otras carreras con probable relación a la formación docente, pero nos concentraremos en esta.

Al hacer una revisión de su plan de estudios y su respectiva malla curricular, a ciencia cierta no se sabe qué maestro o maestra se está formando en esas universidades. Puede ser que la imagen de un educador comunitario esté plasmada en este documento, sobre todo cuando se señala que dicho plan se orienta a ampliar los horizontes de conocimiento de los y las ¿docentes normalistas? respecto a materias indispensables para el trabajo en las comunidades, sin embargo, repito, no se sabe qué docente es el que se está formando. Esto se complica si analizamos el perfil de los egresados; perfil que solo contiene 3 “puntos” que refieren: al conocimiento que se debe de poseer sobre el proceso de formación de estudiantes de educación básica, a la organización y las instituciones que son parte del sistema educativo y la forma en que se vinculan con la comunidad y, finalmente, a la “conducción” de quienes participan del proceso educativo en la formación para el servicio a la comunidad. Bien dicen que más no es mejor, pero ¿solo tres “puntos”? Pregunto: ¿cuántos rasgos tienen el de la educación básica? Y bueno, coloco la palabra puntos entre comillas porque en el documento que puede ser consultado en la red no se señala si son rasgos, dominios o lo que sea que ello signifique. Probablemente se deba a que tampoco en ese documento se observa y, muchos menos se comprende, el enfoque que lo permea.

Ahora bien, un tema que es harto preocupante es lo relacionado con su malla curricular, específicamente me refiero a los ejes problemáticos y asignaturas, porque la pedagogía y la didáctica difícilmente puede visualizarse, pero tampoco puede hallarse la práctica profesional docente y todo lo que de este importante ejercicio se deriva. Y bueno, del pensamiento pedagógico nacional hoy tan necesario recuperar en nuestro país; de la pedagogía crítica de la que tanto se ha hablado en los últimos años; de un ejercicio fundamental como lo es el de la planeación de la enseñanza y la evaluación de los aprendizajes, por ejemplo, en el marco de un enfoque por capacidades como el que permea el de la Nueva Escuela Mexicana; o del propio trabajo por proyectos y/o metodologías sociocríticas como parte de este quehacer tan importante en las comunidades, entre otras tantas cuestiones más, poco, pero muy poco puede decirse porque en este documento nada más no se encuentra. En fin, tengo claro lo que significa trabajar con ejes problemáticos y materias, sin embargo, bien valdría preguntarse: qué eje más problemático podría ser el que representa o significa el acercamiento a condiciones reales de trabajo docente, me refiero a la práctica profesional docente que, insisto, no aparece como un eje dinamizador del plan referido.

Pienso que, entre un educador comunitario, un sociólogo, un antropólogo o un etnógrafo educativo (entre otros tantos más) podría encontrarse el tipo de maestra o maestro que se está formando en esas universidades, la verdad de las cosas es que quién sabe, pero, aun con ello, así van a participar en los procesos de admisión en educación básica los egresados de estas escuelas quienes, desde luego, no tienen la culpa o un gramo de responsabilidad por la ligereza y/o simpleza con la que sus coordinadores han tomado este proyecto. Digo, podría reconocerse el que se tenga la sana intención para que todas y todos los jóvenes accedan a una institución de educación superior a realizar ciertos estudios profesionales, pero en este caso, y en cualquier otro, estamos hablando de las y los futuros maestros de México que educarán a cientos de estudiantes. Sí, lo leyó usted bien: educarán a las siguientes generaciones de mexicanos. Esto, mírese por donde se mire no requiere de ligereza o simpleza, sino de un trabajo mayormente fundamentado y elaborado.

Tal ejercicio, el de los procesos formativos de las y los niños y adolescentes, demandan un conocimiento amplio y profundo de lo que ya he señalado: la didáctica y la pedagogía, y eso, guste o no, se realiza en las escuelas normales o IFD.

Habría que revisar el enorme esfuerzo que hace dos años emprendió el normalismo mexicano para que, de manera colegiada, se construyera un plan de estudios (el 2022 para la educación normal), así como el cincuenta por ciento de su malla curricular nacional y estatal; esto, en virtud de los acuerdos que fueron alcanzados en las diferentes etapas del Congreso Nacional para la Transformación de la Educación Normal convocado por la misma federación y en el que participaron docentes y estudiantes normalistas de todos los rincones del país. Dicho plan, con todas las áreas de oportunidad que pudieran hallársele, ahí está, para ser analizado, criticado, mejorado, comentado, pero tal cuestión, dista mucho de, insisto, la simpleza con la que los responsables o coordinadores de los planes de estudios de las UBBJ actuaron para entregar un plan de estudios como el que he señalado.

Lo anterior no quiere decir que las normales sean un ejemplo incuestionable; no, desde luego que no puede ni podría ser visto de esa forma, pero quienes en el camino andamos nos cercioramos de que muchos de sus egresados, formados con planes de estudio con un claro sentido pedagógico y didáctico, tienen un mejor desempeño en las aulas de aquellos que no lo tuvieron en su proceso formativo.

En resumidas cuentas, el menosprecio hacia las escuelas normales sigue presente, ya no a través de Aurelio Nuño y compañía, sino del mismo Mario Delgado quien, con bandera de la 4T, se da baños de pueblo cuando difícilmente ha sido pueblo. ¿Dónde estarán todas esas voces que le gritaban en 2016 a Aurelio Nuño que cualquiera no podía ser maestro?

Qué caray, este Mario salió más Nuño que el mismo Aurelio.

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