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Las librerías independientes ¿el eslabón perdido en la formación de lectores?

Ma. Luisa Díaz González *

Hace ocho años abrí una pequeña librería, en la ciudad de Tepic, Nayarit, y desde ese día a la fecha, no hay nada que me dé más felicidad, en mi condición de librera, que ver a mis clientes salir felices de la librería, con uno o varios libros en mano.

El trabajo del librero independiente es “seducir al lector…”, “enamorarlo hasta de los libros que no buscaba…”, “convencerlo que debe llevar más de un libro, aprovechando que vino a una librería…” porque, a diferencia de una librería de franquicia, en las pequeñas librerías el cliente que cruza el umbral de la puerta puede ser el único que nos visite ese día. No hay que dejarlo ir sin que adquiera al menos un libro. También, es altamente probable que el dueño de la librería independiente sea quien se encargue de atenderla. Este hecho es una pieza clave en el sostenimiento de estas librerías, cuya personalidad refleja la de la persona que está a la cabeza del establecimiento.

Como propietarios tenemos un conocimiento expreso de cada pieza que colocamos en la estantería, porque cada libro seleccionado es un libro por el que pagamos y, si después de un tiempo no logramos venderlo, quedará consignado en el renglón de pérdidas de la librería. Por tanto, hay que ser muy cuidadoso con los títulos que se adquieren. Ya decía Gabriel Zaid[1] que los libreros son una especie de “adivinadores” que han de intuir las necesidades e intereses de sus lectores. Es un negocio de alto riesgo, pues son muy pocas las casas editoriales que otorgan el beneficio de la venta de libros por consignación a las pequeñas librerías. Ello es entendible, porque la venta de libros, especialmente en provincia, es lenta y quizá poco redituable. Los gobiernos estatales no realizan sus compras bibliográficas en estos pequeños negocios. La principal razón es que no podemos ofrecer el descuento que dan las grandes cadenas.

Como librerías pequeñas recibimos de las editoriales un trato comercial distinto al que imponen las grandes franquicias. Las cadenas libreras reciben los libros a consignación y si no los venden los devuelven y el pago es a un plazo de 90 días o más. Mientras que las pequeñas librerías independientes estamos obligadas a hacer las compras de contado; así que no somos competencia para estas grandes cadenas.

Sostener una librería independiente implica un arduo trabajo diario de promoción de la lectura. Somos un eslabón con poca visibilidad, pero libro a libro y de manera sigilosa contribuimos a la formación de lectores y, al hacerlo, cuidamos muchos aspectos. Por ejemplo, contratamos personal que tenga pasión por los libros, que le guste leer y pueda hacer recomendaciones a nuestros clientes; que los trate con calidez, porque eso es parte del encanto de una librería independiente. Regalar una sonrisa, recibir a los clientes con buen ánimo y hasta consolarlos cuando comparten sus problemas, es parte del trabajo diario.

En ocasiones, el criterio de un cliente para comprar un libro es sólo garantizar si facturamos la compra, aunque algunos otros, por el contrario, vienen a nuestras librerías porque les ayudamos a “estirar”, hasta en centavos, su presupuesto para ajustar el dinero del que disponen. Docentes y familias que compran libros para sus escuelas reciben sugerencias acerca de qué libros adquirir, sobre las temáticas y géneros más adecuados para promover el aprendizaje de niñas, niños y jóvenes. Revisan propuestas y contrapropuestas hasta que quedan satisfechos con la listafinal de títulosque nutrirá su biblioteca escolar. Con este trabajo de selección, la librería contribuye a la formación de lectores y también aporta a la educación. Las maestras y los maestros salen de la librería con más conocimientos sobre los libros que cuando ingresaron. Este servicio especializado y personalizado caracteriza a una buena librería independiente.

En las pequeñas librerías no sólo no contamos con el apoyo de grandes campañas publicitarias, sino que tenemos que convivir con las de las cadenas nacionales de librerías, lo que nos hace muy cuidadosos en la selección de nuestros pequeños promocionales en los que solo podemos invertir de vez en cuando. Sin duda, estamos en desventaja comercial frente a las grandes librerías, pero, a ello, respondemos con un trabajo permanente de promoción de la lectura, no sólo para el beneficio propio de sostenimiento de nuestras librerías, sino para el bien de la sociedad, de las escuelas, y de niñas, niños y jóvenes.

En junio de 2008, se promulgó la Ley para el Fomento de la Lectura y el Libro (LFLL), la cual reconoce la drástica reducción de librerías en el país, la importancia de establecer un precio único del libro, de exentar de impuestos a los libros y la necesidad de generar políticas públicas que incorporen a múltiples actores, públicos y privados, involucrados en la formación de lectores en nuestro país.

A 15 años de su publicación, y desde la experiencia como propietaria de una pequeña librería en provincia, puedo afirmar que el impacto de la LFLL, tanto en mi entidad como seguramente en muchas otras, no ha sido el esperado. Mayormente esta Ley es “letra muerta”, pues sus muy bien intencionados artículos no se ponen en práctica (como dotar regularmente de libros a las bibliotecas escolares y de aula[2]); la sociedad en general la desconoce; pero sobre todo porque no ha logrado paliar la situación inequitativa entre las grandes franquicias de librerías y las librerías pequeñas que dio origen a la Ley.

Es decir, los potenciales clientes de una librería independiente deciden, en la mayoría de las ocasiones, comprar un libro a una librería de franquicia –usando la compra digital y el servicio de envío por paquetería (que además es gratuito para los clientes de estas franquicias)– que acudir a comprarlo en una librería independiente, con la idea errónea de que en esa librería pequeña, el libro, les costará más. Pero la LFLL obliga, tanto a librerías grandes como pequeñas, a que los libros de nueva edición (y hasta 18 meses después de la fecha de su lanzamiento) tengan un precio único establecido por la casa editorial que lo publicó.[3]

Invito a las autoridades competentes y a otros interesados a revisar el papel que cada uno de los actores e instituciones implicadas en la LFLL ha jugado hasta hoy, así como a analizar sus aportaciones en favor de la formación de lectores. ¿Qué han hecho, por ejemplo, las autoridades de los ramos de educación y cultura responsables de aplicar la LFLL para beneficiar a las pocas librerías independientes que quedan en el país? ¿Tienen conciencia de que son una especie en extinción? ¿Saben de su contribución a la difusión cultural, pero sobre todo a la formación de lectores?

En México había muy pocas librerías en 2020. Se decía que menos que las que había entonces en Barcelona, pero para un país de 126 millones de habitantes. Habría que hacer el recuento de cuántas están activas hoy, después de los efectos de la pandemia. Recordemos que durante la contingencia las librerías fueron declaradas “actividades no sustanciales”, lo que significó la quiebra de muchas.

La pandemia también dio pie a un nuevo mercado digital de venta de libros por redes sociales, que, siendo una buena iniciativa, también implica nuevos desafíos para las librerías independientes instaladas en un espacio físico, pues para sobrevivir tienen que pagar renta, salarios de empleados, prestaciones de ley, licencias de funcionamiento, luz y agua a precio de tarifas comerciales (mucho más altas que las domésticas), hacer declaraciones fiscales mensuales y anuales, etcétera. Es decir, las librerías independientes constituyen pequeños actos heroicos que, a decir de algunos, hay que hacer por contribuir a la patria, pero bien valdría la pena sumar fuerzas para que todo el articulado de la LFLL entre en vigor con fuerza. Mucho ayudaría a que las pequeñas librerías dejen de pasar inadvertidas y puedan sostenerse en el tiempo.

https://www.muxed.mx/blog/librerias-independientes

Ma. Luisa Díaz González * Integrante de MUXED, promotora de lectura, librera, profesora de educación primaria. Encabezó en Nayarit, diversos programas de promoción de la lectura y particularmente un proyecto para la profesionalización de directivos y maestros frente a grupo en la enseñanza de la lengua escrita en la educación básica, centrado en el aprendizaje de las y los estudiantes y cuenta con fuerte participación de los padres de familia. Ha desempeñado algunos cargos públicos en Nayarit

Redes sociales Twitter: @mluisadiazg Facebook: Luisa Díaz

Referencias

Diario Oficial de la Federación. (2008).  Ley para el Fomento de la Lectura y el Libro. México. https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LFLL_190118.pdf

SEP. (2015). Orientaciones para el uso y aprovechamiento de acervos de Bibliotecas Escolares y de Aula. SEP. http://www.librosdetexto.sep.gob.mx/assets/pdf/00-Index/LR-ORIENTACIONES-BE-BA-BAJA.pdf

(2005) Exposición de motivos que acompañó la propuesta de Iniciativa de Ley presentada al Senado de la República. México.

Zaid, Gabriel (1982). “¿Adivinos o libreros?”, Letras libres, México, 30 de abril. https://letraslibres.com/vuelta/adivinos-o-libreros/


[1] Ver, Zaid, Gabriel, 1982.

[2] El Artículo X, fracción II establece que corresponde a la SEP: “Garantizar la distribución oportuna, completa y eficiente de … los acervos para bibliotecas escolares y de aula y otros materiales educativos indispensables en la formación de lectores en las escuelas de educación básica y normal, en coordinación con las autoridades educativas locales”.

[3] Ver capítulo V de la LFLL.

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