En memoria del maestro Antonio Gago Huguet, con agradecimiento.
Desde hoy y hasta el miércoles 11 se realizarán las reuniones bilaterales de la décima Cumbre de Líderes de América del Norte (CLAN), donde los presidentes de México, Estados Unidos y Canadá van a discutir cuestiones relacionadas con seguridad, migración y economía.
Recordemos que nuestro país está metido en un grave problema con sus socios comerciales por incumplir las reglas del T-MEC. Está beneficiando arbitrariamente a empresas estatales en materia energética en perjuicio de otras.
Asimismo, el paso de personas hacia EU se ha incrementado por tener razón de no querer vivir bajo las condiciones de miseria e inseguridad originadas por regímenes que abrazaron la utopía revolucionaria u otras ideas aparentemente “transformadoras”. Por si esto fuera poco, el poder de los cárteles de la droga ha puesto en vilo la vida humana y la gobernabilidad.
Sin duda alguna, estos problemas demandan pronta atención. Pero lo llamativo de esta cumbre, y de otros encuentros anteriores entre los presidentes de México, EU y Canadá, ha sido la poca relevancia que se le ha otorgado a los temas educativos y científicos (véase “Desdén por la educación global”, http://bit.ly/3vQU8P3). ¿Por qué? ¿No valdría la pena que el presidente mexicano explicara a sus homólogos en qué consiste, por ejemplo, la “transformación curricular” que su gobierno está emprendiendo o que discutieran las implicaciones de la iniciativa de Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación?
Siendo el canadiense uno de los mejores sistemas educativos del mundo, podríamos discutir con ellos si priorizar a la comunidad como el “núcleo integrador de los procesos de enseñanza y aprendizaje” es lo más adecuado para todas y todos (DOF, 19/08/22). Si el conocimiento no tiene origen nacional, con los estadounidenses podríamos construir mejores argumentos sobre los beneficios y riesgos de los alimentos genéticamente modificados. Esto sería muy oportuno; pues no hay que olvidar que la directora del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, ha hecho estudios donde reporta “la presencia alarmante de genes de maíz transgénico” en productos de las tortillerías de la zona metropolitana del Valle de México (Semarnat, 20/08/20). Además, en 2020, el gobierno de AMLO prohibió la importación de ciertos agroquímicos para irlos substituyendo por alternativas “sostenibles y culturalmente adecuadas” (DOF, 31/12/20). Ciencia y política exterior van de la mano.
Es evidente que la educación, así como la ciencia y la tecnología no son prioridad en esta cumbre norteamericana. Pero hay algo más preocupante que está relacionado con los procesos de formación académica bajo el nuevo ambiente mundial. Tanto por sus fallas en términos de distribución de beneficios, como por el triunfo de personajes como Donald Trump (2016) y AMLO (2018), pareciera que la globalización está en aprietos. “Vuelve a engrandecer a Estados Unidos” o el “Humanismo Mexicano” son lemas que reflejan una vuelta al pasado y a lo local. ¿Modificará esta tendencia la manera de educar?
Encerrarse, exaltar la identidad, creerse peculiar o peor aún, superior es una posición profundamente antieducativa porque no reconoce al otro, descalifica lo diferente, inhibe la crítica, el diálogo e imposibilita la colaboración. Si la realidad es un “detonante organizador curricular”, como sugiere el profesor Ángel Díaz Barriga, la crítica hacia la globalización es tan válida como el cuestionamiento a los particularismos.
Investigador de la UAQ