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Explorar mundos imaginarios

Quienes se desarrollan como lectores se van acostumbrando a mirar “con el ojo de la mente”

Los libros nos recuerdan que somos seres muy peculiares. ¿Por qué encontramos tanto placer en explorar mundos imaginarios? ¿Qué nos atrae hacia todos esos relatos donde se cuentan hechos que no han sucedido y que son solo invenciones? Algunos científicos opinan que leer es una ampliación del juego infantil y, como los demás juegos, nos prepara para la vida. Los lectores se acostumbran a mirar con el ojo de la mente la amplitud del mundo y la enorme variedad de situaciones y personas que lo pueblan, por eso sus ideas son más ágiles y su imaginación, más iluminadora. Además, cuando leemos salimos de nosotros mismos. Nos proyectamos con total libertad y a nuestro antojo en los personajes de una historia. La perspectiva de ser transitoriamente personas diferentes resulta muy atractiva para nuestra permanente curiosidad.
Irene Vallejo. Las gafas de otros
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Este domingo concluyó la edición número 36 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, que inició el sábado 26 de noviembre pasado. Como todos sabemos -y a pesar de las descalificaciones del Presidente- se trata de una de las ferias más importantes del mundo y la más grande e importante de las que se celebran en los países de habla hispana.

Como antes de la etapa más crítica de la pandemia que obligó a suspender la mayor parte de las actividades públicas, este año miles de personas tuvieron el privilegio de participar presencialmente en esta fiesta del libro, recorriendo los stands de las numerosas editoriales, escuchar conferencias, presentaciones de libros y diálogos con escritores prestigiados de un gran número de países del mundo, en síntesis, sumergirse en una verdadera fiesta de la palabra escrita.

De manera que resulta obligado dedicar este espacio al tema de la lectura, específicamente de la literatura en los procesos formativos de las nuevas generaciones y en la educación a lo largo de la vida, porque para quienes tenemos el gusto y el hábito de leer, los libros nos acompañan a lo largo de todas las etapas de nuestra existencia.

Me ayudo para ello del magnífico artículo de la gran Irene Vallejo, líder de “la tribu del junco”, en el que inicia afirmando que los libros son una muestra de que los seres humanos somos muy especiales y preguntando por qué encontramos tanto placer en la exploración de mundos imaginarios y por qué nos atrae tanto de los relatos que en los cuentos o las novelas nos cuentan historias que nunca ocurrieron, nos transportan a lugares que existen sólo en la imaginación pero se vuelven entrañables como el Macondo de García Márquez o el Comala de Rulfo y nos describen la vida de personajes que aunque no son reales, adquieren vida propia gracias a la imaginación de los escritores.

Una de las razones que plantea para explicar esta fascinación por los libros es que, según algunos científicos, las historias imaginarias de las novelas o los cuentos son como una prolongación de los juegos infantiles y por ello, como los juegos, nos preparan para la vida.

Existe un campo amplio de investigación educativa que desde los enfoques teóricos de la epistemología genética de Piaget o de la teoría sociocultural de Vygotsky, estudian empíricamente los efectos educativos del juego en los niños desde sus etapas más tempranas en la educación inicial o el preescolar hasta la primaria, sobre todo en los primeros años de este nivel.

Por poner un ejemplo cercano, una querida y admirada investigadora colombiana, Claudia Ximena González Moreno ha estudiado el efecto formativo del juego temático de roles sociales en el desarrollo cognitivo y socioemocional de niños y niñas en edad preescolar. Un ejemplo reciente de su trabajo de investigación puede consultarse en esta liga:
https://rlee.ibero.mx/index.php/rlee/article/view/478

En estos estudios se demuestra cómo, los niños pequeños al jugar a representar un papel -ser médicos, enfermeras, bomberos, ingenieros, etc.- desarrollan su imaginación y su capacidad de empatía al ponerse dentro de la piel de estos roles sociales que representan en el juego para dar credibilidad y coherencia a la interacción que tienen con compañeros y compañeras que representan otros roles -los pacientes, los clientes, las personas a las que se presta un servicio-, lo que los va preparando para entender la dinámica de convivencia social, la división social del trabajo, el valor de todas las actividades humanas y el esfuerzo que se requiere realizar para cumplir con un determinado papel en la sociedad.

Del mismo modo, el gusto por la lectura de ficción, por la poesía o la narrativa, hace que las personas sigan ejercitando su imaginación al crear en su mente los lugares en que ocurren las historias, identificarse con determinado personaje y vivir con él o con ella su proceso existencial, sus momentos de dicha, de enamoramiento, de crisis, de violencia, sus dilemas éticos, sus triunfos y sus fracasos.

Como afirma la autora de El infinito en un junco -esa deslumbrante historia del libro desde sus orígenes hasta la actualidad-, quienes se desarrollan como lectores se van acostumbrando a mirar “con el ojo de la mente”, la diversidad del mundo o los muchos mundos que conforman el mundo y la gigantesca y variadísima cantidad de situaciones y seres humanos distintos que lo habitan.

Esta capacidad de vivir otros mundos, descubrir otras formas de ser, pensar y sentir y mirar la complejidad y la diversidad del planeta que habitamos y de la humanidad que somos, lleva necesariamente a los lectores y lectoras a ampliar sus horizontes y a romper prejuicios, a desarrollar una actitud de mayor apertura e inclusión de lo diferente.

Por estas razones y porque como sigue diciendo Vallejo:

“cuando leemos salimos de nosotros mismos”, una capacidad o saber indispensable en el mundo egocéntrico, individualista en que nos ha tocado vivir y que está tan necesitado de la vivencia de la alteridad y del reconocimiento de que no podemos ser sin los otros y que los otros nos necesitan también para ser ellos mismos.
Comunicar esta pasión por la lectura, este gusto por buscar con curiosidad otras historias distintas a la nuestra, otras posibilidades que nos permitan escapar de nuestras tensiones y problemas cotidianos, sólo puede hacerlo el o la docente lector, quien vive en carne propia esta pasión y este gusto, quien lee con placer y por placer, más allá de lo que tiene que leer para desarrollar su trabajo.
Formar lectores apasionados, curiosos, gustosos de abrir un libro en papel o en pantalla digital, es una necesidad imperiosa en una escuela que se concreta a hacer que se lea por obligación y se rellenen libros de texto que resultan muchas veces aburridos y otras más, ininteligibles y no significativos para los niños y adolescentes.
Porque como afirma también Irene Vallejo en este artículo: “Todos queremos ver por otros ojos, pensar con otras ideas y sentir otras pasiones…Porque muchas veces, para sacar lo mejor de nosotros, necesitamos ser otros…”

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