“Aumentan deserciones en las primarias públicas”, fue el encabezado de la nota que, en primera plana, publicó un importante diario de circulación nacional el pasado 3 de enero de 2025. Se advierte en el texto, entre otras cosas, que en el ciclo escolar 2023-2024 se presentó la peor caída de matrícula en los últimos siete años. El asunto mereció la atención de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, quien se comprometió a presentar datos para aclarar la situación, advirtiendo de primera mano la disminución de la población infantil en el rango de edad correspondiente al nivel educativo mencionado.
La mandataria tiene razón al aludir a la desaceleración demográfica para explicar la menor cantidad de alumnos en las escuelas, aunque el argumento es insuficiente. De acuerdo a las proyecciones demográficas del Consejo Nacional de Población, la población de 6 a 11 años alcanzó su máximo histórico hace más de 20 años, en el lejano 2002. Desde entonces, la cantidad de niños de esas edades ha ido contrayéndose hasta la fecha. Es de esperarse entonces una menor cantidad de estudiantes en las escuelas. Sin embargo, la disminución de la población no explica totalmente el adelgazamiento de la matrícula de las escuelas primarias: la intensidad del decrecimiento de la matrícula supera por mucho a la de la contracción de la población infantil del rango de edad mencionado: mientras de 2017 a 2023 la población de 6 a 11 años ha caído 1.6% , el desplome de la matrícula de las escuelas primarias ha sido de 6.1%.
De acuerdo a datos oficiales, la tasa neta de escolarización (número de alumnos por cada cien de la población total del grupo de edad de 6 a 11 años) ha disminuido: pasó de 98.6% en el ciclo escolar 2017-2018 a 95.5% en 2023-2024. No obstante que ha decrecido el abandono escolar (de 0.7% en 2017-2018 a 0.1% en 2022-2023), menos alumnos son atendidos por las escuelas, proporcionalmente hablando, en función de la población total del grupo de edad referido. Es de suponerse que los alumnos que ya no son captados son los que potencialmente tendrían más posibilidades de abandonar la escuela en caso de haber accedido a ella. Sin que sea una aclaración alentadora respecto al encabezado de la nota, es pertinente establecerla: la escuela capta menos alumnos que antes, pero también se desprende en menor medida de ellos.
No se puede hablar entonces de una mayor “deserción” (término, por cierto, despectivo para quienes ven interrumpido su trayecto educativo), sino de una menor “escolarización”. Dicho de una manera o de otra, el resultado es igual de lamentable: menor proporción de niños estudiando.
La raíz del problema quizá no esté en la escuela primaria, sino en la preescolar. La tasa neta de escolarización de niños de 3, 4 y 5 años pasó de 73.6% a 67.3% del ciclo 2017-2018 al 2023-2024. La inercia negativa de alumnos fuera de las aulas inicia entonces desde edades más tempranas y se reproduce más adelante. Si bien es extraño que la disminución de la escolarización en el periodo referido sea menor en primaria que en preescolar, debe tenerse en cuenta que, no obstante la obligatoriedad constitucional de este último nivel educativo, existen vías para que los alumnos accedan a la primaria aún sin haber cursado el nivel previo. No sucede lo mismo después de la primaria: ¿estamos ante una eventual bola de nieve?
Surgen dudas ante la situación descrita. ¿Por qué hoy la escuela primaria capta a menos alumnos, proporcionalmente hablando, de los que captaba antes? Si el problema no pasa por la cantidad de escuelas y docentes (que se ha mantenido prácticamente estable en el periodo referido), ¿qué problemas sociales no son atendidos y están alejando a los niños de las escuelas? ¿Qué estrategias gubernamentales podrían incentivar no sólo la conservación de la matrícula (que no se queden los que ya están), sino su aumento proporcional (que lleguen los que están fuera)? ¿Cómo hacer valer la obligatoriedad de la asistencia escolar establecida en la Constitución? ¿Qué hacen al respecto las instancias que deberían garantizar los derechos de la niñez?
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