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Comorbilidades de la educación mexicana

Alberto Sebastián Barragán

Desde antes de la pandemia la educación en México presentaba síntomas de agotamiento y dolor en diversos órganos del sistema educativo. Por ejemplo, en 2018 los mexicanos obtuvimos, nuevamente, resultados por debajo del promedio internacional en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés).

LecturaMatemáticasCiencias
China555591590
Promedio OCDE487489489
México420409419
Fuente: OCDE (2019). Resultados PISA 2018.

En los últimos 20 años la política educativa ha ido en detrimento de la formación inicial. En las pasadas dos décadas, las escuelas normales se debilitaron financieramente y además, ocuparon las fuerzas que les quedaban en sobrellevar las inercias endogámicas, como la opacidad en el ingreso (y promoción) de docentes a este subsistema. Aunado a ello, las modificaciones de la formación inicial de maestros se concentraron en diseñar, corregir e implementar cuatro planes de estudios en poco más de 10 años (2011, 2012, 2018, 2022). 

La formación continua ha tenido afectaciones sin recuperación. Como la indeterminación de políticas de fortalecimiento al salario y compensación; el vaivén de los estímulos y la corrupción de programas como Carrera magisterial; la evaluación docente prometía un esquema meritocrático, pero con aplicación retroactiva nociva para docentes en servicio, normatividad punitiva y denigrante para la profesión docente. En los últimos años, hay una promesa de la revalorización docente, pero con hechos contradictorios, como cambiar, solamente, la denominación de la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente por Unidad para el Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros, pero mantener los ejes creados por el gobierno criticado de neoliberal. 

Sufrimos la amputación de la Biblioteca para la Actualización del Maestro, que dotaba de libros impresos por la Secretaría de Educación Pública (SEP), sobre temas relevantes para el trabajo de los maestros. También recortaron los Cursos Básicos de Formación Continua para Maestros en Servicio, que se intentaron sustituir por la prótesis de los Consejos Técnicos Escolares, pero que la última administración educativa no ha aprendido a utilizar. Hasta apenas se asoma un nuevo modelo de formación continua desde la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), pero no desde la Secretaría de Educación Pública.

La SEP cumplió 100 años en medio de la pandemia. Como sabemos, la neurosis y obsesión por “pretender” reformar todo, se ha convertido en automedicación con todas las pastillas posibles (nacionales y de importación), y eso ha encimado planes de estudios de educación básica (2011, 2017 y 2022), cuyo impacto negativo se ha intentado anestesiar desde medidas paliativas de educación básica; también se padece el ordenamiento de aplicar un plan nuevo, pero con libros de texto del modelo que se criticaba; trabajar nuevos organizadores curriculares operados con la habilitación docente del plan anterior. 

El sistema educativo ha padecido de dolor de estómago y de cabeza, también ha perdido peso. Esto se debe a la parasitosis que sufre a causa de la imposición, en las esferas educativas, de líderes provenientes de sindicatos estatales y secciones del sindicato nacional. Además, también tenemos hongos generados por las cúpulas burocráticas del color del partido gobernante en cada entidad, que en lugar de profesionalizar el servicio de carrera ha coronado a sus mejores peones y trepadores políticos. 

Además, tenemos otra enfermedad silenciosa y sin síntomas advertibles: la evaluación crónica degenerativa, que infla las calificaciones reprobatorias de 0 a 5, y los promedios acercándolos al 10. Este cáncer de no saber evaluar nos ha llevado a emular pruebas estandarizadas y a entrenar a los estudiantes a discriminar las respuestas de opción múltiple. Los principios de la evaluación se han difuminado en retroceso. El enfoque pedagógico va por un lado y las normas de control escolar van por otro. 

En la supuesta intención de sanar las diferencias sociales, los grupos empresariales le han generado al sistema educativo hematomas subcutáneos o intramusculares, provocados por sus críticas ante cualquier movimiento de cambio o atención de la educación pública. Para ellos, sólo valen sus ejemplos derivados del privilegio y modelos diseñados para clases acomodadas de la educación privada; en lugar de sanar, nos enferman más. 

Y encima de todo nos dio COVID. De 2020 a 2022 se hicieron grandes esfuerzos por darle continuidad a los aprendizajes, a través de actividades mediadas por tecnología, a cargo de alumnos y maestros, o a través de medios de comunicación (como televisión de paga) o luego canales abiertos para transmitir las clases de Aprende en casa. Las estrategias nos mantuvieron a flote y sobrevivimos a la pandemia, pero tenemos graves consecuencias después del contagio.

Como bien sabemos, la COVID-19 afectó mucho más a los cuerpos que ya tenían otros padecimientos. Hay consecuencias graves, como depresión y ansiedad, y afectaciones a la memoria. Pero en nuestro caso, ya traíamos esos padecimientos desde antes del contagio, como las protestas necias y las negociaciones de sordos. Todo el siglo XX tuvimos una educación centralizada, y el cuerpo ya no respondía necesariamente a las señales enviadas por el cerebro de la SEP. En la década de los noventa se recetaron ejercicios de federalizar la educación y transitamos a padecimientos regionales y anestesias locales.

La Secretaría de Educación Pública, es el equipo de médicos de cabecera, que ha tenido titulares que han intentado convertir en realidad el programa sectorial en turno, o sucederse unos a otros con perspectivas distintas cada vez, con diferentes días de visita, con distintos diagnósticos, y peor aún, todos quieren sanar todo y más bien lo dejan peor que como estaba.

Durante la pandemia, las Escuelas Normales también resintieron el padecimiento, de manera diferenciada, la desigualdad entre instituciones de educación superior se hizo presente y se acrecentó con la brecha digital. Aunado a ello, a nivel nacional, se flexibilizaron las normas de control escolar y se indeterminó el proceso de formación continua y profesionalización de los docentes. Los dos años de pandemia atravesaron directamente, al menos, a cinco generaciones de estudiantes normalistas, porque no culminaron en su totalidad el proceso de maduración profesional que requiere el ejercicio de la docencia (Ver Figura 1).

Figura 1. Generaciones normalistas de tres distintos planes, afectadas por la pandemia.

Fuente: Elaboración propia.

Además, es muy cuestionable el alcance de los estándares curriculares por grado y el perfil de egreso en todos los niveles educativos. Comenzar el ciclo escolar en 2021 ó 2022, implicó iniciar cada nivel educativo (primaria, secundaria, bachillerato o licenciatura) con una educación previa desnutrida y debilitada. Los retos se han multiplicado, y las responsabilidades comienzan a asumirse en todos los niveles, desde casa, en cada aula y escuela, en las zonas y sectores, en las organizaciones, direcciones y secretarías. Hay muchos impulsos y diferentes fines.

En este ciclo 2022-2023 arrancan nuevos planes de estudio para básica, y nuevos planes para la formación docente en escuelas normales, son buenas noticias que generan altas expectativas para los entusiastas y visionarios; para los pesimistas y amargados generan reserva y desconfianza. Sea cual sea nuestra percepción, hay mucho trabajo por hacer y nadie se debe quedar de brazos cruzados. Todos somos parte de ese cuerpo enfermo, somos células o tejidos, y formamos parte de órganos y sistemas. Aunque algunos se convierten en lipomas y otros en tumores malignos, muchos pueden ayudar y muchos deben ser extirpados. Que cada uno elija su destino.

REFERENCIAS

OCDE (2019). RESULTADOS PISA 2018 (Volumen I): Lo que los estudiantes saben y pueden hacer, PISA, OECD Publishing, París, https://doi.org/10.1787/5f07c754-en.

Alberto Sebastián Barragán. 

Coordinador de Voces Normalistas. Maestro normalista defensor de la educación pública. Ha participado en diferentes niveles y espacios educativos en el área docente, directiva, de investigación o de gestión. Ha publicado libros y capítulos en libros, artículos especializados en revistas, artículos de opinión en periódicos de circulación nacional y dirigió el Programa Dimensión Educativa para Radio Ciudadana, del Instituto Mexicano de la Radio. Ha impartido talleres y conferencias sobre la formación docente y política educativa. 

Texto publicado en el primer volumen de la versión física de la Revista Aula: https://revistaaula.com/wp-content/uploads/2022/10/Aula-01

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