En Economía y sociedad, Max Weber discurrió acerca de los tipos de dominación y postuló que la racionalidad burocrática es superior a los modos tradicional y carismático: “La burocratización es el procedimiento específico de transformar un actuar en comunidad en un actuar en sociedad racionalmente ordenado”. Los atributos de la burocracia que dominan su conducta: carácter racional, norma, finalidad, medios e impersonalidad ‘objetiva’ ”.
Laura Toribio, comienza su reportaje (Excélsior, 12/2/23) con una frase contundente: “La burocracia que deben enfrentar los docentes ha ‘matado’, el espíritu con el que nacieron los Consejos Técnicos Escolares (CTE)”. El juicio no es de ella, reporta lo que le dijeron docentes frente a grupo y Patricia Ganem, de Educación con Rumbo, quien hizo una encuesta acerca de la capacitación docente de la Nueva escuela mexicana (NEM). Un asunto que deja mal parada a la racionalidad burocrática.
EL CTE tuvo un origen noble, aunque fue para encuadrar el actuar en comunidad (de los docentes) en un asunto orgánico, con normas, flexibles en un principio. La finalidad era compaginar las reuniones informales que tenían los maestros y directores, a veces con participación de algún inspector, para platicar de asuntos de la escuela, de los alumnos y de ellos mismos.
La primera norma estipuló que las sesiones del CTE fueran a contraturno o en fines de semana. Pero luego, por demanda del magisterio, se cambiaron al último viernes de cada mes, con interrupción de clases. Emergió como parte de la estrategia de la escuela al centro y la autonomía escolar. Pero el protocolo dificulta que se cumplan sus fines.
El medio que propone la Secretaría de Educación Pública para cumplir la tarea resta autonomía a escuelas y maestros. La misión del CTE en este gobierno consiste en que docentes y directivos pongan atención a los propósitos educativos, den seguimiento a las actividades y ofrezcan productos tangibles, como el hoy llamado programa analítico. No obstante, la estrategia metodológica empapela al CTE para delimitar las actividades de los maestros, las formas en que se realizan y los productos esperados. En suma, apego a lo ordenado en las guías que proporciona la SEP.
Las entrevistas que presenta Laura Toribio muestran que la impersonalidad objetiva está lejos de alcanzarse. “Entonces, abusar administrativamente de un instrumento como éste mata la creatividad y la motivación de los colectivos docentes para seguir trabajando con este formato, así que por un lado la burocratización de los documentos para la entrega ha sido un gran asesino, digamos, si le podemos poner un nombre, que evidencie el objetivo de estos Consejos”.
Nadie discute la necesidad de los CTE. El trabajo colectivo y de colaboración entre maestros es fundamental para la marcha de las escuelas y procurar que los alumnos aprendan más y mejor. Lo que censuran es que se circunscriba a los maestros al llenado de formatos únicos y en tiempos perentorios. Se privilegia al procedimiento por sobre el fondo. Algunos profesores critican que se suspendan las clases.
Si bien la idea comenzó en el sexenio de Enrique Peña Nieto, en el de Andrés Manuel López Obrador se pretende trasladar el peso de la actualización docente a los CTE. Primero con la fase intensiva (intensa en el español que estudié en secundaria) la semana previa al inicio del ciclo escolar, donde se les pide a los maestros meditar sobre las bondades de la NEM y cómo van a cambiar sus formas de trabajo. Trama que la mayoría de los docentes crítica, según la encuesta de Educación con Rumbo.
Pero la burocratización no se aquieta. Weber tenía razón: “Una burocracia muy desarrollada constituye una de las organizaciones sociales de más difícil destrucción”. En esas andamos.